Neuroanatomía de las emociones I: El sistema límbico.


El sistema límbico es un sistema complejo de estructuras cerebrales que yace a ambos lados del tálamo, por debajo del cerebro. Incluye el hipocampo, amígdala, núcleo talámico anterior, septo, corteza límbica y fórnix, las cuales apoyan una variedad de funciones incluyendo la emoción, comportamiento, motivación, memoria a largo plazo y el olfato. Parece ser primariamente responsable por nuestra vida emocional y tiene mucho que ver en la formación de los recuerdos (voy a evitar entrar en detalles neuroanatómicos, por lo que los invito a revisar los links relacionados si desean información más específica sobre la morfología y estructura de estos sistemas).

Funciones del sistema límbico.

El sistema límbico es donde las estructuras subcorticales se encuentran con la corteza cerebral. El sistema límbico opera influyendo sobre el sistema endocrino y el sistema nervioso autónomo. Esta altamente interconectado al centro de placer del cerebro y las respuestas de este se encuentran fuertemente moduladas por proyecciones dopaminérgicas del sistema límbico. El sistema límbico también incluye los ganglios basales, que dirigen los movimientos voluntarios.

Evolución del sistema límbico: Bienvenidos al cerebro triúnico.

Como parte de su teoría del cerebro triúnico, el médico y neurocientífico Paul D. MacLean hipotetizó que el sistema límbico es más antiguo que otras partes del cerebro, desarrollándose para manejar el circuito de lucha o fuga (el instinto al cual debemos la ansiedad y el estrés).

De esta forma, el cerebro humano adquirió tres componentes que aparecieron progresivamente, superponiéndose:

1 - El cerebro primitivo (reptiliano): Compuesto por las estructuras del tallo cerebral. Corresponde al cerebro de los reptiles. MacLean propuso que éste era responsable por los comportamientos instintivos involucrados en la agresión, dominancia, territorialidad y despliegues ritualísticos.

2 - El cerebro intermedio (mamífero antiguo): Compuesto por las estructuras del sistema límbico. Corresponde al cerebro de los mamíferos inferiores. MacLean mantuvo que éste era responsable por la motivación y emoción involucradas en la alimentación y en el comportamiento reproductivo y parental.

3 - El cerebro superior o racional (mamífero moderno): Comprende la casi totalidad de los hemisferios cerebrales (formados por neocorteza) y algunos grupos neuronales subcorticales. Corresponde al cerebro de los mamíferos superiores, incluyendo a los primates y a los seres humanos. MacLean indica que éste confiere la habilidad para el lenguaje, abstracción, planificación y percepción.

De acuerdo con MacLean, son tres computadoras biológicas que a pesar de estar interconectadas entre sí, aun retienen sus “peculiares tipos de inteligencia, subjetividad, sentido del tiempo y del espacio, memoria, movilidad y funciones menos específicas”.

Paul D. MacLean desarrolló la intrigante teoría del “cerebro triúnico” para explicar su evolución y a la vez, intentar reconciliar el comportamiento racional humano con su lado más primal y violento.

El modelo triúnico continua captando el interés debido a su simplicidad; su teoría reconoce tres períodos evolutivos importantes en el desarrollo del cerebro caracterizados por las maneras distintivas de solucionar los desafíos adaptativos. - Izzy

Fragmentos extraídos del Seminario “Neuroanatomía de las emociones”, dictado por el Dr. Ricardo M. Vela.

El arte (y la ciencia) del coqueteo.


Coquetear es todo un arte, o toda una ciencia… ¿o quizás un poco de ambos? Según el Dr. Gary Lewandowski, coqueteamos con un propósito en mente: estimular el interés sexual. Eso no significa que no podamos coquetear por otras razones. Una persona puede coquetear para pasar el rato, sentir cercanía con otro(a), para demostrarse que todavía puede hacerlo o simplemente por diversión.

Nuestras motivaciones para coquetear varían según el género. El coqueteo de los hombres está más motivado por el sexo, mientras que el de las mujeres, por diversión o búsqueda de cercanía con otra persona. 

Nuestra autoestima también afecta la manera en que abordamos el coqueteo:

- Cuando el riesgo de rechazo es alto, los hombres con autoestima alta usan técnicas más directas que aquellos con autoestima baja. Estos últimos se muestras más osados y usan abordajes más obvios que los hombres con autoestima alta cuando su blanco está claramente interesado y el riesgo de rechazo es bajo.

- Cuando el riesgo de rechazo es bajo para las mujeres, estas son más directas, indistintamente de su autoestima. 

Si bien la sutileza (y por ende la ambigüedad) a la hora de coquetear protege la autoestima de quien coquetea, ser directos es la mejor estrategia para evitar mensajes y señales equivocadas. Y es que uno de los beneficios del coqueteo directo, especialmente para quien lo recibe, es que son más claros y fáciles de interpretar (es decir, ¡se va a lo que se va!).

¿Qué tan buenos somos percibiendo el coqueteo? En un estudio diseñado para medir esto, 25% de los participantes coquetearon durante sus interacciones con una persona extraña. Sin embargo, los participantes lo percibieron solo el 28% de las veces, con los hombres percibiendo más eficazmente el coqueteo femenino (36%) que las mujeres detectando el masculino (18%). Los participantes eran mejores dando de cuenta cuando su pareja no estaba coqueteando, acertando el 84% de las veces.

Y si vemos a dos personas conversando, ¿somos capaces de darnos cuenta si hay un coqueteo entre ellos? Un estudio encontró que los observadores que simplemente miraban la interacción fueron aún menos precisos en identificar el coqueteo que aquellos que estaban realmente involucrados en el mismo. Los varones fueron más precisos en el reconocimiento de que las mujeres coqueteaban, pero los hombres en general tienden a sobrestimar el interés de las mujeres, dándoles más de una oportunidad de estar correctos cuando las mujeres en realidad si estaban coqueteando.

Ya saben, sin importar que sean expertos en el arte de la seducción, el cortejo y el coqueteo, o se hagan un ocho cada vez que tratan de invitar a salir a esa chica o chico que les roba la calma, quizás lo mejor sea simplemente ser uno mismo y dar ese primer paso, aunque sea uno chiquito. No se ustedes, pero a mí me gusta pensar que si la otra persona sabe que hay interés y está interesada, se va a encargar de dar el siguiente… y así, entre pequeños pasos, nacen grandes amores. Al menos en un mundo perfecto. - Izzy


Fragmentos extraídos del articulo “A Flirter’s Dilemma: Subtlety vs. Success”, por el Dr. Gary Lewandowski.

¿Cómo se expresa el apego desorganizado en los niños?


Una infancia con déficits o conflictos con nuestros cuidadores primarios es un predictor importante de dónde nos va a encontrar parados el presente en el continuo de la salud y la disfunción. Por eso me parece tan importante conocer y entender nuestra historia de vida, particularmente nuestro patrón de apego, aprendido de nuestros cuidadores primarios y repetido a lo largo de nuestra vida en cada una de nuestras interacciones con los demás.

Lo veo en cada paciente que me comparte frases como: “Me estoy convirtiendo en mi padre…” o “No quiero hacerle a mis hijos lo mismo que hizo mi mamá conmigo…” Si no conocemos bien nuestra historia, estamos destinados a repetirla.

Según la Dra. Lisa Firestone, todos nacimos con el instinto innato de buscar el cuidado, la protección y seguridad de parte de nuestros padres o cuidadores primarios. Necesitamos de ellos, y tristemente, esto es válido tanto si nos tocaron padres buenos (o suficientemente buenos) o padres malos (o no tan buenos), negligentes, abusivos, ausentes, disfuncionales o simplemente unos con tantos traumas propios sin resolver que carecían de los recursos emocionales necesarios para cumplir con su tarea.

Cuando el comportamiento de nuestros cuidadores primarios es impredecible, atemorizante, negligente, peligroso, caótico, etc., se conjugan los elementos necesarios para que resulte un patrón de apego desorganizado. Es simple, tan solo traten de imaginar a un niño indefenso tratando de obtener seguridad, protección y cuidado de parte de cuidadores que no son aptos para ello.

¿Cómo expresan el apego desorganizado los niños?

Imaginemos una habitación con dos niños y sus cuidadores primarios. Uno de los niños, llamémosle Fabián, tiene una relación de apego seguro con sus padres. El otro, una niña de nombre Fabiola, ha desarrollado un patrón de apego desorganizado con sus cuidadores.

Ambos cuidadores abandonan la habitación y dejan solos a los niños. Ambos se muestran terriblemente molestos por la ausencia de sus cuidadores. Lloran, patalean, se revuelcan por el piso, patean los juguetes que hay a su alrededor, están inconsolables. 

Al rato, ambos cuidadores regresan. Fabián, aun molesto, corre a los brazos de su madre, en busca de confort y apapachos. Tras recibirlos, se calma y minutos más tarde, está jugando tranquilamente, como si nada hubiese pasado.

La reacción de Fabiola es diferente. Ella tiene sentimientos encontrados acerca de la reunión. Corre a los brazos de su padre, pero en cuestión de segundos forcejea brevemente con este y se aleja corriendo hasta llegar al rincón de la habitación, donde se hace una bolita.

Si, su primer impulso fue el de correr hacia su cuidador primario en busca de confort, pero no tardo mucho en recordar el temor que provoca estar cerca de él. ¡Qué sentimientos tan contradictorios! ¿Cómo lidia con ellos una peque indefensa como Fabiola? Como cualquier otro niño en su situación, formando un patrón de apego desorganizado con sus cuidadores primarios.

Lo que Fabiola ignora es que este primer patrón de relación con sus cuidadores primarios será la base para todas sus relaciones futuras, desde sus amiguitos y maestros en el colegio, hasta sus superiores en el trabajo, su pareja y, no sorprendentemente, sus propios hijos. 

Las perdidas, ausencias y traumas de la infancia, así como los patrones de apego aprendidos y adquiridos, se perpetuán a lo largo de nuestra vida como un ciclo vicioso hasta que decidimos hacer algo para cambiar la historia o guion de nuestra propia existencia. 

Si se sintieron identificados con Fabiola, y les gustaría aprender patrones más sanos para relacionarse con ustedes mismos y con los demás (porque el amor empieza por casa), los invito a hacer el ejercicio de iniciar un proceso de desarrollo individual y crecimiento personal, ¡de seguro aprenden mucho sobre sus fortalezas y recursos ocultos que les serán de mucha ayuda en su presente y en su futuro, y les ayudará a entender mejor (y a hacer las paces con) su pasado. ¡Estén bien! – Izzy

Fragmentos extraídos del artículo “Disorganized Attachment” por la Dra. Lisa Firestone.

Factores que protegen o exponen a la mujer a situaciones de violencia.


Hace algunos años, mientras elaboraba mi tesis de maestría sobre trauma y mujeres víctimas de violencia doméstica, descubrí que existen diversos factores personales, familiares y sociales que pueden proteger a la mujer de la violencia o ponerla en situación de mayor riesgo. Adoptando un enfoque “ecológico”, se pueden abarcar diversos factores en diferentes niveles y distintos contextos de la vida de una mujer, a saber:

Factores individuales: Comprenden el nivel educativo de la mujer, su autonomía financiera, el historial de victimización anterior, el nivel de potenciación de su capacidad (empoderamiento) y apoyo social, y si ha habido un historial de violencia en su familia cuando era niña.

Factores relacionados con la pareja: Abarcan el nivel de comunicación del hombre con su mujer, el consumo de alcohol y drogas, su situación laboral, si ha presenciado actos de violencia entre sus padres cuando era niño y si es agresivo físicamente con otros hombres.

Factores relacionados con el contexto social inmediato: Comprenden el grado de desigualdad económica entre hombres y mujeres, los niveles de movilidad y autonomía de la mujer, las actitudes hacia los papeles asignados a cada sexo y la violencia contra la mujer, la intervención de los familiares más cercanos, vecinos y amigos en los incidentes de violencia doméstica, el porcentaje de agresiones y delitos entre hombres, así como la evaluación del capital social.

Influencia que factores socio-demográficos tales como la edad, la situación de la pareja y la educación ejercen sobre la prevalencia del maltrato.

Edad: Según datos de la OMS, las mujeres más jóvenes, sobre todo con edades comprendidas entre 15 y 19 años, tienen más riesgo de ser objeto de violencia física o sexual, o ambas, infligida por su pareja. Este patrón puede reflejar, en parte, el hecho de que los hombres más jóvenes suelen ser más violentos que los mayores y de que la violencia suele empezar temprano en muchas relaciones. En algunos entornos, es posible que un mayor número de mujeres jóvenes viviera con su pareja sin estar casada, y estas mujeres, por lo general, presentan mayores riesgos de ser víctimas de violencia. También en algunos entornos, las mujeres mayores tienen un estatus social más alto que las jóvenes, y, por ende, pueden ser menos vulnerables a la violencia.

Estado de la relación: Las mujeres separadas o divorciadas usualmente son víctimas de muchos más actos de violencia infligida por sus parejas a lo largo de su vida que las mujeres casadas. También se dan más casos de violencia infligida por la pareja entre las mujeres que cohabitan (es decir, que viven con un hombre) sin estar casadas. Se producen más casos de violencia entre las mujeres separadas o divorciadas, lo que implica que, en algunos casos, la violencia puede persistir incluso después de la separación.

Educación: Hace algunos años atrás, la OMS realizo un estudio multipaís sobre salud de la mujer y violencia domestica, en el que se comprobó que, en muchos entornos, cuanto mayor era el nivel educativo menor era el número de casos de violencia. Se observó que el efecto protector de la educación parece empezar cuando la mujer cursa estudios más allá de la escuela secundaria. Puede ser que las mujeres con un mayor nivel educativo tengan más posibilidades de elegir a su pareja y mayor capacidad para elegir entre casarse o no, y sean capaces de negociar mayor autonomía y control de los recursos dentro del matrimonio. - Izzy

Extraído de: “Investigación pre-experimental acerca del efecto del Programa de Recuperación Breve (PRB) para Sobrevivientes de Trauma de la Dra. Edna B. Foa y el Dr. David S. Riggs en el tratamiento ambulatorio a mujeres víctimas de violencia atendidas en el Centro para el Desarrollo de la Mujer (CEDEM); Autor: Ezequiel Meilij.