El arte de quedar pintado en una esquina.

I. Pintado en una esquina.

Odio quedar pintado en una esquina. Me pasa a menudo. Trazas un plan de acción, haces, dices, ejecutas, y cuando te das cuenta, ahí quedaste, en la maldita esquina. No te queda otra que quedarte ahí parado, sintiéndote varios gradientes de tonto, a esperar que se seque la pintura y logres hacer una salida más o menos digna (más menos que más) o confiar en tus habilidades acrobáticas y gimnásticas, que no son tan buenas como te imaginaste, para emprender la huida, el escape, la fuga; en cuyo caso, dependiendo de qué tan grande es la habitación a cuya esquina te pintaste o qué tan lejos quedaste de la puerta o de la ventana, dejarás un bello rastro de tus pisadas a lo largo de la superficie que acabaste de pintar.

A veces creo que lo mejor es la segunda opción. Claro, dejaste un desastre, pero al menos dejaste algo. Puedes mirar atrás y decir “he ahí las huellas de mi último aprendizaje, la próxima vez seguro calculo mejor”. Es parte aprender a ser más flexible y menos rígido, parte aprender a ser más humano con uno mismo y menos perfeccionista y parte aprender a reírse de uno mismo, porque de seguro no va a ser la última vez que nos pintemos a una esquina nueva, en una habitación nueva, en una casa o un depa nuevo.




II. El psicólogo/escritor, extraño hibrido.

No todos los psicólogos escriben, y no todos los que escriben son psicólogos. El psicólogo/escritor es un extraño hibrido, con el cual habría que sentarse y preguntarle: “Y vos de chiquito, ¿qué querías ser, psicólogo o escritor?” Algo me dice que la mayoría de los niños saben qué es un escritor desde mucho antes de tener la menor idea de qué es un psicólogo.

Yo no sé si de chiquito quería ser un escritor. Mentira, si se, no tenía la menor idea de que eso siquiera existía como una opción vocacional. Obvio que sabía que existían los libros, me gustaba mucho que me los leyeran desde antes de que supiera leerlos por mí mismo (o tirarme en el piso a ver los dibujitos, si no había nadie para descifrarme esos indescifrables símbolos), pero no creo haber dedicado un segundo de mi tiempo infantil preguntándome acerca de quienes los escribían.

Eso sí, desde chiquito, siempre hubo maquinas de escribir en mi casa, ¡y me fascinaban! Podía quedarme horas y horas viendo a mi mamá o a mi papá sentados frente a la máquina, tecleando, jalando la palanca que movía el rodillo, esa sinfonía de ruidos, entre teclas, rodillos en movimientos y el sonido de campanita cuando el rodillo llegaba a su punto final, me maravillaba.

Nada me divertía mas, ni me causaba mayor euforia y éxtasis infantil, que el que mis padres me permitieran sentarme frente a la máquina, pusieran una hoja en blanco en el carril y me dejaran escribir. Y ahí estaba yo, tirando teclas como loco, escribiendo… aunque tenía 4 o 5 años y todavía faltaba mucho para que me enseñaran a escribir.

Mi fascinación por los teclados se manifestaba en cuanto bendito objeto con teclas se cruzara en mi camino en mi día a día y no se salvaban máquinas de escribir, pianos, cajas registradoras, teléfonos, calculadoras, computadoras (claro, muchos años después, cuando las descubrí), etc.

III. Hermosas huellas.

Si bien hay muchas cosas de mi infancia que fui dejando atrás, la fascinación por las teclas, por los teclados y por escribir sigue intacta. Ese chiquito de 4 o 5 años no pensaba ser psicólogo cuando fuera grande, ni tenía idea de lo que era la sexualidad (o si la tenia, pero sin tener idea de saberlo), solo sabía que le fascinaba escribir (aunque no supiera hacerlo y aunque por muchos años disfrutara mucho más el dibujar que el escribir y se imaginara a sí mismo como un dibujante antes que como un escritor), pero por fortuna la psicología y la sexualidad hicieron un buen clic con mis ganas de escribir. Me dan tema.

Por lo menos me quedan dos cosas claras: La primera es que me encanta escribir y las teclas continúan fascinándome. La segunda es que voy a seguir pintándome en una esquina de vez en cuando y de cuando en vez. ¿Y saben qué? Estoy bien con eso, porque tanto la tinta como la pintura secan y dejan una hermosa huella. - Izzy

Café con TCC - VI: Las distorsiones cognitivas.

¿Qué son las distorsiones cognitivas?

Las distorsiones cognitivas son una forma de error en el procesamiento de información. Desempeñan un papel predominante en la psicopatología al producir la perturbación emocional. 

La primera enumeración fue dada por Albert Ellis y fue ampliado por Aaron T. Beck. Las distorsiones cognitivas son las que determinan las creencias desadaptativas (pensamientos automáticos) que producirían la perturbación (reacción emocional y comportamental). 

Estas percepciones y pensamientos distorsionados que realiza el sujeto acerca de sí mismo, del mundo y del futuro, lo llevan a desarrollar estados de ánimo disfuncionales. 

Aprender (y enseñar) a refutar estas distorsiones y sus consecuentes pensamientos negativos, se conoce como reestructuración cognitiva.

Las distorsiones cognitivas más frecuentes.

La lista de distorsiones puede variar de autor en autor y de libro en libro, razón por la cual para propósitos de este post, alteré el listado como aparece originalmente en mi tesis acorde al listado de distorsiones cognitivas citado por Judith Beck en el libro “Cognitive Behavior Therapy - Basics and Beyond”:

Pensamiento de todo o nada (pensamiento dicotómico o en blanco y negro): Se refiere a ver los eventos o las personas bajo la lupa del todo o nada. Ejemplo: “Toda esta relación fue una porquería.”.

Adivinación del futuro (catastrofización): El sujeto predice que las cosas van a ponerse peor o algún peligro está por llegar. Ejemplo: “¿Para qué estudiar si voy a fracasar?”.

Descalificar o descartar lo positivo: Consiste en atribuir que los talentos y logros (todo lo positivo) que uno tiene o que otros obtienen son triviales. También se le conoce como minimizar lo positivo. Ejemplo: Una joven profesional, con una excelente carrera y graduada con honores, al hacer una revisión de su rendimiento laboral describe los éxitos obtenidos desvinculando los esfuerzos realizados o desconociendo que gracias a sus habilidades se pudo llegar a la meta propuesta.

Razonamiento emotivo: Dirigir los juicios en base a los sentimientos. Ejemplo: “Mi compañero de trabajo se ha estado quedando hasta tarde en la oficina con nuestra jefa. Siento celos y sospecho de mi compañero. Basado en estos sentimientos, concluyo que mi compañero debe de estar manteniendo un amorío con ella.”

Rotulación (etiquetación): Asignar rótulos o rasgos negativos globales a uno mismo o a otros. Ejemplo: “Yo soy un/a inútil.”

Magnificación/minimización (magnificar lo negativo y minimizar lo positivo): Subestimar y sobreestimar la manera de ser de eventos o personas. Ejemplo: “No me has llamado, me quiero morir.” “Sacaste un 10 en el examen. Seguro eran preguntas facilísimas.”

Filtro mental (abstracción selectiva): Enfocar y seleccionar solo los puntos negativos y no ver los positivos. Ejemplo: Una persona obtiene una mala calificación en un área de su desempeño y una excelente apreciación general sobre sus cualidades, carácter y dedicación; sin embargo desecha estas últimas y considera que ha fracasado totalmente basado solamente en la mala calificación.

Lectura de la mente: El sujeto supone que conoce lo que la gente está pensando sin tener suficientes evidencias sobre sus pensamientos. Ejemplo: “Yo sé que ella está pensando que yo no estoy preparada para este trabajo.”

Generalización (o sobre-generalización): Hace referencia a tomar casos aislados y generalizar su validez para todo. Ejemplo: “Ella no vino a la cita. Todas las mujeres son unas malditas.”

Personalización: También conocida como falsa atribución, consiste en asumir que uno mismo u otros han causado cosas directamente, cuando muy posiblemente no haya sido el caso en realidad. Cuando se aplica a uno mismo puede producir ansiedad y culpa, y aplicado a otros produce enojo exacerbado y ansiedad de persecución. Ejemplo: “A mi madre le dio un ataque. Tiene que ser culpa mía por no haberla llamado desde hace días.”

Expresiones con “debe” o “debería” (exigencias, demandas): Se trata de concentrarse en lo que uno piensa que "debería" ser en lugar ver las cosas como son, y tener reglas rígidas que se piensa que deberían aplicarse sin importar el contexto situacional. Ejemplo: “Aunque la haya mandado al diablo, debería de llamarme para ver cómo estoy.”

Visión de túnel: Solo se ven los aspectos negativos de una situación. Ejemplo: “El profesor de mi hijo no puede hacer nada bien. Es criticón e insensible y pésimo educador.”

Ya saben, la próxima vez que se encuentren sintiéndose o actuando mal, deténganse un momento y háganse la siguiente pregunta: “¿En qué estoy pensando?” Es probable que detecten una (o varias) distorsiones cognitivas en su forma de pensar que no les están haciendo nada de bien y que no vendría mal cambiar por pensamientos más sanos, realistas, flexibles y adaptativos. - Izzy.

Próxima parte: Práctica de la Terapia Cognitiva.

Café con TCC - V: La Terapia Cognitivo Conductual (T.C.C.) - I.

El esquema básico.

La Terapia Cognitiva está basada en el modelo cognitivo que postula que las emociones y conductas de las personas están influidas por su percepción de los eventos.




Las reacciones pueden ser Emotivas, Conductuales o Fisiológicas. Los pensamientos automáticos son los pensamientos evaluativos, rápidos y breves que no suelen ser el resultado de una deliberación o razonamiento, sino más bien parecen brotar automáticamente.

Los pensamientos automáticos surgen de las creencias. Estas creencias son ideas que son tomadas por la persona como verdades absolutas.

Las creencias más centrales o creencias nucleares son interpretaciones tan fundamentales y profundas que las personas frecuentemente no las expresan ni aun a sí mismas, o no tienen clara conciencia de ellas. Estas creencias nucleares desarrolladas desde la infancia consisten en definiciones, evaluaciones o interpretaciones de sí mismos, de las otras personas y de su mundo.

Las creencias nucleares representan el nivel más profundo, fundamental, rígido y global de interpretación, que influye en los otros niveles. Los pensamientos automáticos representan el nivel más superficial de cogniciones. Entre ambos niveles están las creencias intermedias. Las creencias intermedias están constituidas por:

- Reglas (normas).

- Actitudes.

- Supuestos.


La disfuncionalidad.

Se consideran disfuncionales a los pensamientos que:

- Distorsionan la realidad.

- Son causa de perturbación emocional (emociones disfuncionales).

- Interfieren con la capacidad del paciente para lograr sus metas.


Los pensamientos se pueden evaluar en función de dos conceptos:

- Su validez (ajuste a la realidad).

- Su utilidad o consecuencias (concepción pragmática).


Un pensamiento puede ser disfuncional por uno o más de los siguientes criterios:

- No coinciden con los hechos observables (realidad).

- Aunque se ajustan a la realidad en la observación, incluyen conclusiones erróneas.

- Generan consecuencias disfuncionales, indeseables o que dificultan o impiden el logro de los objetivos de la persona.


Las causas de los pensamientos disfuncionales.

En principio, la terapia cognitiva tiene una visión integrada del origen o causa de los esquemas y respuestas inadaptadas: Las causas genéticas y orgánicas se suman a las experiencias vividas, el entorno y el aprendizaje social. Esta teoría reconoce en las personas la predisposición a determinadas formas de distorsión cognitiva (vulnerabilidades cognitivas), que a su vez predisponen a determinados síndromes.

Las estrategias y los esquemas.

Según Beck las estrategias son formas de conducta o respuestas destinadas a servir a metas biológicas. En los seres humanos el término puede aplicarse tanto a las conductas o respuestas adaptadas como a las inadaptadas.

La integración de los datos sensoriales brutos y la adscripción de significado es función de un orden superior de estructuración conformado por esquemas: estructuras cognitivas que integran y adscriben significado a los datos sensoriales percibidos. El contenido de estos esquemas puede referirse a las relaciones interpersonales o a categorías impersonales (objetos inanimados concretos o abstractos).

El origen de los esquemas.

Este modelo atribuye un origen mixto genético-cultural a los esquemas. Considera lo genético como tendencias innatas sobre las cuales incidirán las experiencias vitales (circunstancias e influencias del entorno).

Cualidades o características de los esquemas.

- Nivel energético o de activación (de latentes a hiperactivos).

- Amplitud (de reducidos a amplios).

- Flexibilidad (de modificables a impermeables).

- Tema (personales, familiares, religiosos, sexuales, etc.).

- Área o componentes (cognitivos, conductuales, emotivos o motivacionales).

- Profundidad o nivel (de nucleares a periféricos).


La triada cognitiva.

Alford y Beck definen como triada cognitiva a los significados o interpretaciones inadaptadas o disfuncionales que la persona hace de:

- Sí mismo.

- Su entorno contextual o sus experiencias.

- Su futuro (metas).


Próxima parte: La Terapia Cognitiva Conductual (T.C.C.) de Aaron T. Beck – II.