¿Cómo se expresa el apego desorganizado en los niños?


Una infancia con déficits o conflictos con nuestros cuidadores primarios es un predictor importante de dónde nos va a encontrar parados el presente en el continuo de la salud y la disfunción. Por eso me parece tan importante conocer y entender nuestra historia de vida, particularmente nuestro patrón de apego, aprendido de nuestros cuidadores primarios y repetido a lo largo de nuestra vida en cada una de nuestras interacciones con los demás.

Lo veo en cada paciente que me comparte frases como: “Me estoy convirtiendo en mi padre…” o “No quiero hacerle a mis hijos lo mismo que hizo mi mamá conmigo…” Si no conocemos bien nuestra historia, estamos destinados a repetirla.

Según la Dra. Lisa Firestone, todos nacimos con el instinto innato de buscar el cuidado, la protección y seguridad de parte de nuestros padres o cuidadores primarios. Necesitamos de ellos, y tristemente, esto es válido tanto si nos tocaron padres buenos (o suficientemente buenos) o padres malos (o no tan buenos), negligentes, abusivos, ausentes, disfuncionales o simplemente unos con tantos traumas propios sin resolver que carecían de los recursos emocionales necesarios para cumplir con su tarea.

Cuando el comportamiento de nuestros cuidadores primarios es impredecible, atemorizante, negligente, peligroso, caótico, etc., se conjugan los elementos necesarios para que resulte un patrón de apego desorganizado. Es simple, tan solo traten de imaginar a un niño indefenso tratando de obtener seguridad, protección y cuidado de parte de cuidadores que no son aptos para ello.

¿Cómo expresan el apego desorganizado los niños?

Imaginemos una habitación con dos niños y sus cuidadores primarios. Uno de los niños, llamémosle Fabián, tiene una relación de apego seguro con sus padres. El otro, una niña de nombre Fabiola, ha desarrollado un patrón de apego desorganizado con sus cuidadores.

Ambos cuidadores abandonan la habitación y dejan solos a los niños. Ambos se muestran terriblemente molestos por la ausencia de sus cuidadores. Lloran, patalean, se revuelcan por el piso, patean los juguetes que hay a su alrededor, están inconsolables. 

Al rato, ambos cuidadores regresan. Fabián, aun molesto, corre a los brazos de su madre, en busca de confort y apapachos. Tras recibirlos, se calma y minutos más tarde, está jugando tranquilamente, como si nada hubiese pasado.

La reacción de Fabiola es diferente. Ella tiene sentimientos encontrados acerca de la reunión. Corre a los brazos de su padre, pero en cuestión de segundos forcejea brevemente con este y se aleja corriendo hasta llegar al rincón de la habitación, donde se hace una bolita.

Si, su primer impulso fue el de correr hacia su cuidador primario en busca de confort, pero no tardo mucho en recordar el temor que provoca estar cerca de él. ¡Qué sentimientos tan contradictorios! ¿Cómo lidia con ellos una peque indefensa como Fabiola? Como cualquier otro niño en su situación, formando un patrón de apego desorganizado con sus cuidadores primarios.

Lo que Fabiola ignora es que este primer patrón de relación con sus cuidadores primarios será la base para todas sus relaciones futuras, desde sus amiguitos y maestros en el colegio, hasta sus superiores en el trabajo, su pareja y, no sorprendentemente, sus propios hijos. 

Las perdidas, ausencias y traumas de la infancia, así como los patrones de apego aprendidos y adquiridos, se perpetuán a lo largo de nuestra vida como un ciclo vicioso hasta que decidimos hacer algo para cambiar la historia o guion de nuestra propia existencia. 

Si se sintieron identificados con Fabiola, y les gustaría aprender patrones más sanos para relacionarse con ustedes mismos y con los demás (porque el amor empieza por casa), los invito a hacer el ejercicio de iniciar un proceso de desarrollo individual y crecimiento personal, ¡de seguro aprenden mucho sobre sus fortalezas y recursos ocultos que les serán de mucha ayuda en su presente y en su futuro, y les ayudará a entender mejor (y a hacer las paces con) su pasado. ¡Estén bien! – Izzy

Fragmentos extraídos del artículo “Disorganized Attachment” por la Dra. Lisa Firestone.

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